La cuna vacía
- Carolina Flores
- 23 feb 2019
- 7 Min. de lectura
*Fragmentos del libro "La cuna vacía: el doloroso proceso de perder un embarazo."
[...]"Perdí a mi bebé. Ya intuía que no iba bien. En el hospital me lo confirmaron. Mi bebé deseado, al que ya sentía como parte de nosotros, se ha desprendido, ha muerto. ¿Por qué nadie lo nombra? Estaba vivo y se ha muerto, en secreto, en silencio, en mi interior. No sé cómo manejar la muerte de mi bebé no nacido. Los demás tampoco lo saben. Esto no estaba en el manual de embarazada, se sale del guión. No sé dónde encontrar apoyo, porque siento que ni mi familia ni quienes me atendieron me comprenden. Me tienen que intervenir, dicen; deben sacar los restos que ya están saliendo por sí mismos. No lo entiendo, no quiero que me intervengan. Es peligroso no hacerlo, dicen. ¿Mi cuerpo me pone en peligro sacando fuera de él a mi bebé que ya no crece? Lo he perdido, se ha «detenido», dicen. Se ha muerto, yo lo sé, pero nadie lo dice. Está siendo muy duro, siento un vacío enorme. Estoy harta de las típicas frases de consuelo»: «Eres joven», «esto le pasa a muchas mujeres», «mejor ahora que más tarde», «ya tendrás más, aún era muy pronto», etc. Sé que la gente lo dice con buena intención, pero me hacen más daño aún. Durante las pocas semanas que ha estado en mi vientre me sentí tan contenta, tan ilusionada, que doy gracias por ello y espero que este sentir mío le haya llegado de algún modo. No paro de analizar qué pasó, por qué ocurrió. Nadie lo sabe, pero me siento culpable de lo sucedido. Es como si hubiese entrado en otra dimensión, donde veo las barrigas y los bebés enormes, y todo lo demás pequeñito. Deseaba tanto a este hijo, había hecho tantos planes... y ahora me ahogo en ellos, me pierdo con él. Es tan duro. Los hijos nos enseñan muchas cosas, también los que se van tan pronto, me dicen mujeres sabias. De momento sólo puedo llorar. Poco a poco... Este hijo que he perdido siempre será mi bebé, siempre estará en mi corazón."[...]
TEMA TABÚ.
Las pérdidas perinatales son en la actualidad un tema tabú. [...] El aborto es un tema que sigue relegado a la sombra; al terreno de los temas censurados de manera latente, al tabú. [...]Esta indiferencia social hacia la pérdida perinatal ha impedido que las mujeres transmitan la sabiduría de su vivencia de generación en generación. Se ha escondido de tal modo que incluso en muchas ocasiones los hijos ignoran los abortos de sus madres.[...]Las mujeres cuentan sus embarazos exitosos, pero silencian sus embarazos truncados.[...]Y los padres han sido excluidos: es como si la pareja o perdiera a su bebé porque no lo lleva en su interior. Está tan mal vista aun la expresión de sus sentimientos, que los hombres no los exteriorizan. Y a su vez, no son tenidos en cuenta, no se les pregunta cómo están, solamente por su mujer.
Al ser considerado como enfermedad, cualquier proceso de la sexualidad femenina (el aborto espontáneo, la menopausia, etc.), se impide al cuerpo de la mujer y a su psique vivir de manera consciente estos procesos naturales.
SIN PREPARACION PREVIA.
Hemos oído muchas veces que nuestra sociedad no se prepara para la muerte. Como denuncian cada vez más insistentemente desde los grupos de apoyo en el duelo, no se educa para la muerte, «no está en el currículum». En el caso de las muertes perinatales tampoco, o aún menos, si cabe, porque es el momento en que el interés máximo está en el otro extremo: el afán de dar vida.
"Todos sabemos que se pasa mal en un aborto, pero es cierto que sufres mucho más innecesariamente porque las personas con las que tratas no hablan, no te informan, no te escuchan, se limitan a seguir un protocolo y ya está, y yo digo: por dios, SOMOS SERES HUMANOS."
Existe una clara asimetría en el reconocimiento de la dignidad humana de una persona que muere después de nacer y una que muere intrauterinamente. En el primer caso se considera normal la dignidad de los restos, en el segundo caso, no siempre.
"Estamos muy ciegos aún. Ahora que desde el principio del embarazo podemos saber cómo es el feto, con ecografías superdefinidas...las futuras madres se hacen mil ecografías para disfrutar de más imágenes y hacerse una idea más real. Conectar con el bebé, cantarle, hablarle... Ahora que podemos saber todo esto, cuando hay una pérdida... se niega, no se quiere ver, no se tiene en consideración para hacerle un entierro digno...¿Con qué nos guiamos? ¿Dejamos el instinto de madres para aferrarnos al Código Civil, que dice que no se es persona hasta no sé cuándo? ¿Morir antes de nacer es morir «menos»? Xus"
VALIDACIÓN, LA ASIGNATURA PENDIENTE.
En el tema del aborto espontáneo hay mucho por hacer, pero quizás lo más apremiante sea la validación: reconociéndolo vendrá todo lo demás. Validar la pérdida para poder llevar a cabo duelos más sanos, para poder expresar y compartir lo sentido, para que la pena de las madres, y de los padres, aún menos validada socialmente, pueda expresarse ante la familia, los hospitales, los compañeros de trabajo, los equipos sanitarios.
Cuando una persona muere, a los familiares y allegados se les da el pésame, se les acompaña en el sentimiento, hay una ceremonia, un ritual. Todo esto no existe en la muerte intrauterina. Y las parejas se sienten solas e incomprendidas en su dolor la mayoría de las veces. Y dentro de esta negación, la que más evidencia la falta de validación es la pérdida durante el primer trimestre, cuando la realidad del embarazo lo es sólo para la madre, para la pareja. Cuando el deseo por ese bebé, el lugar que ocupa ya en esa pareja, no es reconocido por el mundo exterior, que percibe que «no hay nada», que «no pasa nada» y que se va a olvidar la pérdida, cuanto antes mejor, y ya está. Sólo existe el vínculo interno, en la pareja, en la familia más directa.[...] Pero la mujer se siente madre, porque siente a ese bebé vivo en su seno, y el padre se queda también sin ese hijo, al que ya se le había hecho un espacio en su vida para el resto de sus días; porque unos padres nunca proyectan sobrevivir a los hijos, va contra natura.
Lo peor de las pérdidas del primer trimestre es la comparación con pérdidas posteriores. Ya lo dice el saber popular, «las comparaciones son odiosas». Y lo son especialmente en estos casos, porque restan valor al dolor de unos padres desolados, por razones de calendario, porque como su pérdida se ha producido «muy pronto», se cree que no pasa nada y no tiene por qué afectarles. Y se establece una jerarquía de valores, que juzga que es mejor cuanto antes. Uno de los motivos de la no validación radica en que se supone que el dolor de los padres es proporcional a las medidas de su hijo intrauterino. Pero los testimonios de muchas madres cuestionan tal «regla de tres», y la evidencia niega lo que parece ser racionalmente aceptado. [...]La vivencia de la muerte intrauterina es terrible. Valorar cuándo es mejor o peor es entrar en comparaciones que validan unas pérdidas por encima de otras. Una muerte intrauterina nunca es «mejor». Siempre representa un disgusto enorme. Y que las parejas vivan mejor o peor el duelo, que lo superen con más o menos éxito o rapidez, no depende tanto de en qué semana se encontraba del embarazo, sino de su vinculación, sus expectativas con ese hijo, las circunstancias personales de cada uno/a, de cada pareja, de cómo ha sido vivida la pérdida, que tengan un buen o mal acompañamiento, etcétera.
La comparación no consuela a la mujer en duelo, porque el dolor por su querido bebé no se mitiga aunque otra mujer haya perdido dos, o a pesar de que otra lo haya perdido antes o después. Como dice la sabiduría popular, a cada uno le duele lo suyo. Comparar no alivia el propio dolor ni exime del duelo necesario.
Muy pocas religiones contemplan la pérdida perinatal, hay un gran vacío legal, religioso, moral, científico. El silencio del que hablábamos al principio deja a la madre sin referencias, sin muletas donde apoyar su dolor.
La poca validación que socialmente se da a las pérdidas perinatales reprime muchos duelos, los acorta innecesariamente y muchas mujeres que se permiten vivirlo son culpabilizadas o se culpabilizan por ello.
SENTIMIENTO DE CULPA.
Y la culpa viene por partida doble, desde dentro y desde fuera. Desde dentro, porque toda mujer que ha vivido una pérdida del embarazo encuentra un motivo, a veces rocambolesco, para la autoinculpación: «Si no hubiera hecho ese viaje», «si no me hubiese tomado ese medicamento», «si hubiera descansado más»... La mayoría de las veces son motivos ficticios, que no han causado la pérdida, pero las madres se aferran a ello y se autocastigan de ese modo queriendo encontrar una explicación a tamaña desgracia.
También se sienten mal por no poder vivir la pérdida como el entorno les exige. Y se culpan de estar sumidas en un duelo demasiado largo, «no proporcional a lo sucedido»... interiorizando el discurso social que se forja al respecto. Cuando una pérdida perinatal no se valida, cualquier proceso de duelo va a ser considerado enfermizo, y susceptible de medicación y tratamiento. Por eso es tan importante acompañar, compartir y validar los sentimientos de la mujer que vive esta experiencia. Y no olvidarse del padre.
La culpa llega también desde fuera, porque desde el exterior se juzga, se decide cuál es el grado de tristeza y el número de días apropiado; y quien lo hace no es especialista ni entendido, ni siquiera ha pasado por ello. [...]la culpabilidad circula en todos los sentidos y por todas partes. Y si conocemos este dato, podemos ayudar a la madre a validar este sentimiento, analizarlo y descartarlo, si es el caso.
Miedo y culpabilidad conducen a la madre, también, a negar la necesidad que surge de conectar con el nuevo ser en camino, ante un nuevo embarazo. Porque conectarse con el bebé significa «olvidarse» del bebé que se fue. Y ninguna madre quiere olvidar al bebé que perdió.
Cuando se da el caso de que años atrás viviera un aborto provocado, la mujer que pierde espontáneamente a su bebé experimenta un sentimiento de extrema culpabilidad, incluso de castigo divino. [...]se pregunta si la vida, o quien sea, según sus creencias, la está castigando. O lo vive como el precio que tiene que pagar por lo que hizo.
Cuanto más conocemos testimonios de pérdidas perinatales, sean cuales sean los motivos y las circunstancias, más evidente se nos hace la necesidad de tratarlos, de no pasar página sin elaborar el duelo. Porque un hijo es «para toda la vida» y un aborto, también.
Fragmentos del libro "La cuna vacía: el doloroso proceso de perder un embarazo.", de M. Àngels Claramunt, Rosa Jové, Emilio Santos y Mónica Alvarez.

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