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No caeras en el vacío cuando abandones tu cascarón...

  • Foto del escritor: Carolina Flores
    Carolina Flores
  • 23 feb 2019
  • 2 Min. de lectura

Primera Parte - Fin del Verano de 1989.

El Temor.

Es evidente que el paso a una etapa desconocida engendra en nosotros el temor. El misterio nos parece algo impersonal. Carece de rostros. O al menos, nosotros, no los conocemos.

Para el pequeño que solo conoce la etapa de su gestación a la vida, es posible que este le resulte un fin absoluto, porque solo ahora vivirá su primer paso. El de la primera a la segunda etapa. No hay experiencia a la que recurrir y por tanto no hay esperanza a la que aferrarse. Donde no hay recuerdo, no existe conscientemente un futuro.

Y sin embargo, mi pequeño, no tengas miedo. Comprendemos y compartimos tu temor. Pero no tengas miedo. Te lo decimos nosotros, los que ya estamos viviendo en esta segunda etapa y tenemos la experiencia de ese primer paso. El nuestro propio, lejano y enterrado en la penumbra de nuestro subconsciente. Y el de tantos otros que a diario en esta misma clínica, vienen a compartir nuestro mundo y nuestra luz.


No caerás en el vacío, cuando abandones tu cascaron. No serán el frío y la nada los que te recibirán. Estarán los brazos de tu padre para estrecharte y los pechos de tu madre para alimentarte. Y el calor y cariño de todos aquellos que te esperan impacientes. Tu llegada sera fuente de alegría para todos. Puede ser que el paso sea doloroso. Al romperse la fuente de la vida en tu primera etapa, sentirás la angustia de ser libre. ¡Si supieras como ese don sagrado de ser libres nos duele aun a todos! Tu primer gesto sera el rictus del llanto. Y con ello nosotros sabremos que ya sos libre y respirás nuestro aire. Y sonreiremos.

Y reiremos de alegría, e incluso de tus pucheritos. Tan vitales para vos. Tan gratificantes para nosotros.

Te lo aseguro: allá en Belén, María y José también rieron, a pesar de la pobreza y del desamparo. Y el motivo de esta alegría eran los pucheritos de Dios. Nacido de mujer, nuestro Dios todopoderoso quiso tener también la experiencia de ese paso. Quizá pensó que lo necesitaría para marchar un día con angustia y con esperanza aceptando su segundo paso: la pascua.

Pero el llanto te acompañará. Lo mismo que la risa. Dicen que son características humanas. Ahora en tu primer paso, vos llorarás y todos nosotros reiremos. Trata de vivir esta segunda etapa de tal manera, que cuando te llegue tu segundo paso, vos puedas reírte, mientras te lloren todos los que aquí queden.


Como esta sucediendo en la otra punta del corredor de este primer piso de la clínica por el que se deslizan lentamente los pasos grávidos de tu mamá Bettina.


Fragmento del libro: "El paso y la espera", del Sacerdote Mamerto Menapace.




 
 
 

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